martes, 11 de agosto de 2015

El feminismo como proceso histórico



Los cristianos tratamos de entender los procesos históricos como buenos y malos, dando a entender que estos podrían tener en sí mismos bondad o maldad, sin embargo lo que pretendo inicialmente es dar a notar que la historia de la humanidad en sus ideologías políticas,  económicas y de orden social son una serie de sucesos de que tienen causas de diversa índole y a la vez múltiples efectos, que nacen como una reacción ante diversas circunstancias históricas. El hombre al tener atributos de la personalidad de Dios (Génesis 1:26 -29) tiene ideales que le permiten esbozar conceptos como amor, justicia, compasión, derecho, moral, ética, etc. Sin Embargo al tener una naturaleza pecaminosa como consecuencia de la caída del hombre (Gen. 3), estos atributos de la imagen de Dios se ven trastocados, al no tener una vara correcta para medirlas se confunden, se diluyen y hasta pueden ser llevadas por caminos perversos (Romanos 7: 5, Efesios 2:3) como en el caso del nazismo, fascismo, el comunismo radical, así como el capitalismo brutal, las nuevas ideologías de género, diversas herejías, etc. (Gálatas 5:19-21). El hombre en el transcurso de la historia siempre ha podido llevar una correcta relación con Dios (provista en la salvación), y elevar así los ideales sociales para una convivencia según las normas divinas (Gálatas 5:24), sin embargo su misma naturaleza de pecado lo ha llevado en sentido contrario a las verdades eternas y a la obediencia a Dios (Romanos 1: 18-32). Por lo tanto podemos vislumbrar el hecho histórico como un proceso que traerá diversos efectos y reacciones ante ellos, produciendo nuevamente hechos históricos.

Es de interés principal poner bajo la mira de la lupa al feminismo, por ser la iniciadora de la ideología de género, y siendo un movimiento contradictorio debido a que ha empoderado a la mujer dándole una nueva posición social, económica, política y de diversa índole, y a la vez ha sepultado sus roles dentro del hogar.

El feminismo nace como reacción ante una situación de denigración de la mujer en sus facultades sociales, intelectuales, y familiares. La mujer de los inicios del siglo XX era una mujer, en muchos casos, que aún se encargaba del hogar; sin embrago los procesos de industrialización de la producción, la segunda guerra mundial, la falta de mano de obra barata, y los efectos migratorios del campo  a la ciudad la llevaron a ejercer el rol de mujer trabajadora en la era industrial. En este tiempo surgen otras ideologías como reacción al capitalismo brutal que hacia trabajar a hombres, mujeres y niños con una carga laboral excesiva, exponiéndolos a maquinaria y sustancias peligrosas, a bajos sueldos sin ninguna seguridad social ni laboral, etc. Estos movimientos ideológicos reaccionarios se llaman movimientos de lucha social o de clases, liderados por filosofías como el Marxismo y el comunismo.

Se suceden grandes movimientos sociales que dan a la nueva clase obrera un sinónimo de lucha y de enfrentamiento, también surge los inicios del feminismo como una forma de liberación de la mujer ante la opresión del machismo en todas sus escalas sociales, y la posibilidad que la mujer tuviera los mismos derechos que el hombre en los  ámbitos  laborales, educativos, acceso a la salud, etc.

Sin embargo, el movimiento feminista si bien ha tenido aportes positivos en cuanto a dar a la mujer el derecho al voto, derecho a acceso a la educación a todo nivel, leyes laborales igualitarias y protección del Estado frente a la violencia de género. También ha afectado la misma constitución del matrimonio, de la familia, y ha puesto en riesgo su futuro como célula fundamental de la sociedad.

Es importante notar, que si bien no podemos cambiar el mundo y dar marcha atrás en la historia, si podemos enseñar cuál es la importancia de la mujer y de expresión de sus roles femeninos para la estabilidad del matrimonio, de la familia y de la sociedad. Esto principalmente se debe recalcar en la iglesia, ya que los cristianos estamos llamados a tener una correcta relación con Dios y con nuestros semejantes, teniendo el consejo de Dios podremos sujetarnos a su palabra para cumplir eficazmente  cada uno su rol, según el plan divino (Romanos 12: 1-4).

La mujer y el hombre tienen una diferenciación sexual no sólo en la expresión de sus genes, en sus órganos reproductivos, en la expresión de su sexo biológico, se da también  en su constitución física de diversa índole como en los caracteres sexuales secundarios, en la segregación de hormonas, y en la constitución del cerebro, etc. Se sabe por estudios recientes, que incluso, cuando se está en estado de mórula las diferencias entre si un óvulo fecundado lleva carga genética con XX y XY son notables (Salmo 139: 15-16). Todas estas diferencias redundan en las capacidades físicas, cognitivas, afectivas e intereses que se logran diferenciar desde etapas tempranas del desarrollo, y son más evidentes en la primera infancia, que es donde el niño llega a identificar su rol de género con su sexo biológico.

Por lo tanto señalo que es imprescindible que exista un retorno a los marcos bíblicos sobre los papeles de la mujer en el rol de madre y esposa, los cuales no están siendo tomados como importantes en la iglesia actual, y son dejados de lado debido a los nuevos roles de género, que se han acuñado desde la revolución del feminismo. (Génesis 2: 18 y 24, 1 Corintios 7, Efesios 5: 23- 33, Tito 2:3 -5, 1 Pedro 3: 1-7).

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